María Teresa Aguilar Jiménez.
Psicóloga Clínica por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Egresada de la Maestría en Desarrollo Humano de Universidad Marista de San Luis Potosí
Docente y Maestra Facilitadora.
Terapeuta y Facilitadora de Talleres de Desarrollo Humano en el ámbito empresarial y educativo.
¿Qué día es hoy? ¿lunes?, ¿martes?… De repente, dudé cómo contestar esta pregunta.
“¿Qué pasa, ¿qué nos pasa?”, me preguntó una persona, en reunión en línea y, por otro lado, una niña de 11 años me dijo:” Cuando me levanto en la mañana digo: Otro día igual”.
Cuando vi su carita y sus ojitos tristes, y unas lágrimas que se asomaban queriendo salir, me pregunté ¿Será que estamos viendo un tiempo plano?
El tiempo se ha vuelto plano a casi 11 meses de cuasi cuarentena; para algunos más y otros no tanto. De repente la vida se paró; no sabíamos que nos esperaba este suceso en nuestras vidas.
Al principio todo era zozobra, pánico, incertidumbre, miedo… miedo… mucho miedo…. entonces comenzó el “aquí estoy”, “cuenta conmigo” “si me necesitas” …y más.
Sabíamos nada sobre este bicho, nos comenzamos a instruir acerca de qué trataba, por medio de las redes, y comenzamos a vivir la “ilusión” de que este momento podría pasar pronto… Nos quedamos quietos…
Recordando del libro de Víctor Frankl -sin llegar a la magnitud que describe el autor- esperando con ilusión que algo pasara como lo describe en su texto ”El Hombre en busca de sentido”, donde narra la ilusión de los pasajeros al llegar a la estación de Auschwitz; los relatos describían los horres que ahí pasaban, pero por otro lado, la fantasía de llegar a una ducha y asearse después de días de viaje en el vagón, donde los pasajeros vivieron las más terribles circunstancias; Si era la ducha, la ducha de la desinfección, que limpiaba a los prisioneras de cualquier bicho adquirido en el viaje…
Un poco, así se fue presentando el tiempo, la ilusión se fue apagando y comenzó el silencio y el silencio anunciaba algo que parecía que llegaba y no.
Las soledades fueron siendo para algunos de confrontación personal, de convivencia, de desencuentros y lo más duro: la enfermedad y las pérdidas de seres queridos, sumado a la incertidumbre económica, desempleo, proyectos en espera, etc.
El tiempo plano se fue extendiendo, los domingos dejaron de ser lo que eran: el descanso, la comida en casa con la familia, la visita a casa de la abuela, ver niños correr en los parques, las sobremesas; el sábado se perdió en el armario de añoranzas y la fatiga de un viernes se convirtió en lo mismo.
El tiempo plano también se ha convertido en un solar de posibilidades, dependiendo del foco que cada uno ha ido dando a su experiencia de vida. De repente comenzó a surgir el abanico de las alternativas; hubo que moverse: el que se quedó sin trabajo comenzó activarse en otras cosas que no eran sus formas de adquirir sustento, la ayuda comunitaria comenzó a surgir, aprendimos diferentes habilidades, la clase en línea, la video llamada, la consulta, etc… Y también el otro lado de la luna… las sombras, nuestras propias sombras; aquellas que nos duele al ver lo que somos: nuestras carencias, nuestros vacíos y dolencias de la vida misma, que a su vez reflejamos en los demás y que rebotan en conflictos, discusiones llenas de reclamos.
Cuando hacemos a un lado nuestra ceguera, vemos un poquito más allá la “condición humana” con sus caretas: lo que nos duele de la humanidad; El abuso del poder en este confinamiento, las máscaras que se han ido cayendo, el que estaba y ya no está. Tanto duele en este tiempo plano…
Y en este tiempo plano que estamos viviendo, lo que era y ya no es, se fue desmoronando o se ha ido restructurando como quiera verlo, lo que vivía y veía de una forma, ya no se ve así, o ya no está.
El tiempo plano nos está ofreciendo la oportunidad de crecer y aprender como personas en el encuentro con nosotros y con el otro. La riqueza está, en poder vivir el presente, el aquí y ahora.
¿Qué ventajas podemos aprovechar en este tiempo plano?
1. Más tiempo para nosotros, si lo queremos ver así. Detengámonos a reconocer nuestras necesidades afectivas reales, nuestros sentimientos, y la realidad contundente; Atrevernos a sentir nuestros miedo, incertidumbre, desesperanza, confianza, esperanza, compasión, para entonces poder hacer algo con esto que experimentamos.
2. Démonos el gusto de apreciar lo que dejamos de mirar, de cultivar, de aprender.
3. Practiquemos alguna disciplina, aprendamos algo que siempre nos ha gustado y lo hemos dejado por diversas circunstancias.
4. Recuperemos la alegría de vivir con, y a pesar de este tiempo.
5. Seleccionemos la información que dejamos entrar en nuestra cabeza, filtremos aquello que pueda ayudarnos estar cuidándonos y cuidando.
6. Y lo más importante: cuidemos nuestra paz interior… pues esta historia continuará un rato más, y si el tiempo es plano podemos plantar flores de colores.